Cosa de Burros

Las salas populares de Tandil, ejes de la vida social y pedagógica de la comunidad, vuelven a ser olvidadas, esta vez por el incumplimiento de los desembolsos mensuales. Hasta fines de abril, las bibliotecas sólo habían recibido de la comuna la cuota de enero. Estos fondos, esenciales para la subsistencia de las entidades, además están desactualizados. Un reclamo reiterado, que no debería existir.


Un viejo adagio pregona: "Leer es cultura". Encierra la frase un lugar común y naif para algunos, erosionado por el aluvión de Internet para otros, pero de saludable consenso colectivo, al menos en el discurso. Queda bien decirlo. Es políticamente correcto, claro. Pero resulta menester practicarlo, de hecho. Para que no agonice en retórica de circunstancia.

Las bibliotecas populares de nuestra ciudad son bastiones de la inserción social claves en el entramado colectivo. Son mucho más que el plausible empujón para el abandono del analfabetismo. Excede la hermosa aventura de bucear en un cuento infantil o la posibilidad de hacer los deberes de la escuela en un lugar donde casi todo está en los estantes. Allí, más cerca o lejos de casa, múltiples actividades vinculadas al desarrollo humano son factibles. Cursos para aprender a tejer, talleres de idiomas, clases de apoyo escolar, instancias lúdicas para los párvulos miles.

Todo convive rodeado de los ejemplares más modernos y aquellos que todavía hay que desempolvar. Su permanencia en cada punto del partido, sobre todo en los sectores más vulnerables, no resiste la menor discusión. Y el Estado aquí debe ponerse la cinta de capitán, para hacerse responsable de garantizar un derecho constitucional básico: la cultura.

Pues bien, en este marco se erige incomprensible que una cosa tan importante para la vida de todos los vecinos se torne olvidada por las autoridades. Sin embargo, sucede. En Tandil, el Gobierno comunal sigue atrasando el pago de subsidios a las bibliotecas, acordados y anunciados con bombos y platillos (ver aparte). Desde que comenzó 2007, la Comuna sólo abonó la cuota correspondiente a enero, la cual dicho sea de paso- se entregó recién en marzo. No es la primera vez: esta situación tiene sus capítulos anteriores desde 2004 a esta parte.

También "desactualizados"
Teresita Díaz, presidenta de la Asociación de Bibliotecas, confirmó los atrasos. “Pagaron nada más que enero, y hasta la fecha (última semana de abril) no tenemos noticias. Además, la Asociación visitó el Palacio Comunal en reiteradas oportunidades con vistas a que se aceleren los desembolsos.” La funcionaria responsable de la Dirección de Educación del Municipio, Graciela Saliani, es la encargada de dar respuestas a la morosidad en que incurre la Comuna.

La mayoría de las entidades cobra un subsidio por la mínima categoría: 300 pesos. Con lo que, sin el reconocimiento de la Provincia y la Nación, se les haría imposible "subsistir de esa manera", recalcó Díaz.

Más tarde redundó en la necesidad de que la Municipalidad "actualice" las cifras que destina en materia de subsidios, sobre todo porque "se hicieron modificaciones a la ordenanza original", para incorporar a la administración local de las bibliotecas de la ciudad el mismo porcentaje que recibieron de aumento salarial los trabajadores. Desde el 1º de enero, y tras un consenso entre el Ejecutivo y el Deliberativo, el personal de la Comuna recibió una suba del 20 por ciento en las remuneraciones. Por lo que, en ese orden -entienden sustentados en la normativa vigente-, también deberían aumentar los subsidios a las casas de lectura de acceso público. En diciembre de 2006, el asunto había recibido el guiño político del Concejo Deliberante.

Por otra parte, las tardanzas en la liquidación de esas partidas no son -lamentablemente- ninguna novedad. En años anteriores se repitió esta situación de espera que mantuvo preocupados a los responsables de los establecimientos. "Se fueron regularizando a raíz de tantos pedidos y llamadas telefónicas" a las autoridades, especificó Díaz.

Con lo justo

Tandil tiene 22 bibliotecas populares, de las cuales solamente cinco obtuvieron el reconocimiento del Gobierno de la Provincia. El resto depende casi exclusivamente de los 300 pesos que llegan -muy tarde- de Belgrano al 400.

Asimismo, la tabla de categorización, dividida en tres rangos (A-B-C), se define según la capacidad de prestación que presenta cada entidad. Esto quiere decir que obtienen más recursos del Estado las que mejor están, tanto en edificio físico, como en cantidad de volúmenes y masa societaria.

Por caso, sólo las del microcentro, como "Bernardino Rivadavia" y la "Sala de Lectura", están en la máxima categoría.

Los encargados de las bibliotecas deben justificar con facturas que lo acrediten las erogaciones en que invierten el dinero del subsidio. Muchas de ellas, lo gastan en insumos básicos, como el servicio de gas o energía eléctrica. Otras, con más suerte, pueden comprar algún libro. En ese contexto, solventar al personal resultaría toda una quimera si dependiera de la ayuda municipal.
Si bien evitó el calificativo de "crítico" a la hora de definir el panorama general, Teresita Díaz no dejó de admitir que la situación es "difícil".

Un ejemplo tangible surge cuando se piensa en la Feria del Libro, que tiene lugar en la Capital Federal, evento al que -en teoría- no deberían faltar los representantes de las bibliotecas del distrito.

"Hay cuatro que ya recibieron un apoyo económico para viajar y adquirir libros, pero las demás dependen de una ayuda para conseguir una combi y la entrada al predio ferial. Muchos tienen allí la oportunidad de conocer" este encuentro nacional.

Cuando los funcionarios municipales son interrogados acerca de las razones que merecen el atraso en el pago de subsidios a las bibliotecas, ruge una respuesta al unísono y en tono coral: el presupuesto.

La vieja deuda con los libros

Los retrasos en el abono de subsidios no es un tema novedoso. Ya en marzo de 2006 la Comuna adeudaba esta mensualidad a las casas de libros.

En la oportunidad, Graciela Saliani, reconoció en los medios de comunicación el no pago y explicó que dicha situación se debió a la incertidumbre generada por la falta de aprobación del presupuesto de ese ejercicio.

No obstante, la funcionaria se vio obligada a decir que se habían firmado las órdenes de pago.

En diciembre de 2004, el Ejecutivo anunció que se reglamentaría una vieja norma para que se cuadriplique el pago de subsidios municipales a las bibliotecas tandilenses, con una inversión anual de unos 100.000 pesos.

En esa ocasión, la noticia era tomada con natural beneplácito por aquellos directivos que tienen la fuerte responsabilidad de mantener en pie estos espacios.

La decisión de poner en los hechos esta vieja ordenanza, sancionada en 1987, estuvo acompañada por un gran elogio a la legislación, que ediles e integrantes del Gobierno no dudaron en colocarla en el lugar de "una de las mejores votadas en el recinto".

Allí se discriminó a las salas en cuatro categorías, de acuerdo a sus capacidades de prestación, tipografía que implicaba pagos mensuales, abonados por la Comuna, que iban desde los 300 pesos a los 900 pesos.
De hecho, el entonces subsecretario de Gobierno y hoy titular de Economía, Matías Civale, consideró "impecable" la propuesta.

Y el concejal lunghista Gastón Morando, llegó a recalcar la intención de que las entidades "se consoliden y puedan ir subiendo de categoría", al tiempo que "buscamos afianzarlas porque debemos promover el hábito de la lectura y no que pase como los datos que aparecen en los diarios capitalinos, en el sentido de que el 52 por ciento de los argentinos, en 2004, no leyó un libro". Al joven edil el archivo le jugó una mala pasada.

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