Es la obra emblema de la actual gestión municipal: una suerte de geiser helado que se ilumina por las noches y se transforma en una efusión móvil que se presume magnánima. Pero no todo es tan bonito.
Según señalan los entendidos, el chorro del dique, excelso y particular, también es un poquito peligroso. Por eso las aseguradoras huyen despavoridas cuándo algún enviado del Municipio intenta contratarles una póliza.
Por eso, quizás, tampoco nadie quiere hablar de potenciales accidentes o de problemas eléctricos. Por eso, también, no muchos sepan que el geiser de 70 mil pesos, a tres años de su inauguración, hoy está más solo que nunca.
Según señalan los entendidos, el chorro del dique, excelso y particular, también es un poquito peligroso. Por eso las aseguradoras huyen despavoridas cuándo algún enviado del Municipio intenta contratarles una póliza.
Por eso, quizás, tampoco nadie quiere hablar de potenciales accidentes o de problemas eléctricos. Por eso, también, no muchos sepan que el geiser de 70 mil pesos, a tres años de su inauguración, hoy está más solo que nunca.
“El chorro de Lunghi”. Así denominaron la obra, con ironía y mala intención, los detractores más livianos del Intendente. Sucedía que, para todos, el chiste fácil era la manera más graciosa para describir el primer emblema de la gestión municipal. Eran 70.000 pesos y un poderoso deslumbramiento para los tandilenses, en el corazón del Lago del Fuerte. Un monumento móvil con marca registrada, que parecía que, además, venía con un beneficio adicional: “oxigenaba” unas aguas que nunca estuvieron demasiado limpias.
Pero tan original y grandioso surtidor de agua parece que no es tan grandioso como dicen. Sobre todo porque hace tres años (desde el mismo día de su inauguración) funciona sin cobertura de seguro.
¿Cuál es el peligro de un geiser inocente que se levanta 25 metros sobre la superficie del lago y es alimentado por corriente eléctrica?
En las aseguradoras dicen que “mucho”. Una fuente de una conocida empresa que negoció el asunto, en estricto off the record, reconoció a Acento Propio que el geiser “implica un altísimo riesgo” para quienes practican actividades deportivas en el espejo de agua. “No es un buen negocio”, dijo sobre otorgar una póliza.
¿Efectivamente es tan insegura la obra en el dique? ¿O las aseguradoras esperan manipular intereses? Si realmente es tan peligroso, ¿por qué el Municipio dejó pasar tres años sin un plan que cubra los riesgos?
Ese tipo de preguntas no son originales ni, mucho menos, nuevas: fueron formuladas varias veces por integrantes del Concejo Deliberante. Las respuestas, sin embargo, parecen manipuladas por el silencio.
Según pudo averiguar esta publicación, los pedidos de informes sobre la cuestión navegan en una acuosa burocracia: cada vez que se nombra el célebre chorro, las dependencias ejecutivas se hacen las distraídas, como si de repente el agua fresca empezara a quemar.
El 27 de enero de 2006, el edil Juan Roque Castelnuovo (radicalismo “auténtico”) presentó un proyecto por el cual el Cuerpo Deliberativo solicitaba al Municipio que indique “si el surgente de agua del Lago del Fuerte posee las protecciones necesarias para evitar eventuales accidentes debido al contacto con las embarcaciones”. El concejal quería saber si los deportistas náuticos corren peligro con el sistema alimentado por corriente eléctrica y pedía que se contrate, al menos, una póliza.
El 21 de marzo de 2007, el presidente de la Comisión de Interpretación y Asuntos Legales del Concejo solicitó “el pase del asunto al Departamento Ejecutivo” para que informe si había contratado la póliza. Pedía en el escrito el nombre de la compañía, el plazo contratado y los riesgos cubiertos. “En caso de no haber realizado la contratación, indique las razones”, exigía el pedido. El 9 de mayo, ante la falta de respuestas, el concejal insistió y pidió que el Departamento Ejecutivo detalle si existía “una negativa de parte de las compañías a cubrir el riesgo”, que envíe “las constancias” que acreditaran esa situación y, en caso de haber iniciado trámites, que acelerara “las acciones necesarias” para obtener la cotización de la póliza.
¿Efectivamente es tan insegura la obra en el dique? ¿O las aseguradoras esperan manipular intereses? Si realmente es tan peligroso, ¿por qué el Municipio dejó pasar tres años sin un plan que cubra los riesgos?
Ese tipo de preguntas no son originales ni, mucho menos, nuevas: fueron formuladas varias veces por integrantes del Concejo Deliberante. Las respuestas, sin embargo, parecen manipuladas por el silencio.
Según pudo averiguar esta publicación, los pedidos de informes sobre la cuestión navegan en una acuosa burocracia: cada vez que se nombra el célebre chorro, las dependencias ejecutivas se hacen las distraídas, como si de repente el agua fresca empezara a quemar.
El 27 de enero de 2006, el edil Juan Roque Castelnuovo (radicalismo “auténtico”) presentó un proyecto por el cual el Cuerpo Deliberativo solicitaba al Municipio que indique “si el surgente de agua del Lago del Fuerte posee las protecciones necesarias para evitar eventuales accidentes debido al contacto con las embarcaciones”. El concejal quería saber si los deportistas náuticos corren peligro con el sistema alimentado por corriente eléctrica y pedía que se contrate, al menos, una póliza.
El 21 de marzo de 2007, el presidente de la Comisión de Interpretación y Asuntos Legales del Concejo solicitó “el pase del asunto al Departamento Ejecutivo” para que informe si había contratado la póliza. Pedía en el escrito el nombre de la compañía, el plazo contratado y los riesgos cubiertos. “En caso de no haber realizado la contratación, indique las razones”, exigía el pedido. El 9 de mayo, ante la falta de respuestas, el concejal insistió y pidió que el Departamento Ejecutivo detalle si existía “una negativa de parte de las compañías a cubrir el riesgo”, que envíe “las constancias” que acreditaran esa situación y, en caso de haber iniciado trámites, que acelerara “las acciones necesarias” para obtener la cotización de la póliza.
Acento Propio accedió a una copia de la interminable ruta por la cual transitó el tema del misterioso seguro por las oficinas de Belgrano al 400.
El dictamen aprobado por el Concejo Deliberante el 1 de marzo, tuvo el siguiente periplo: Departamento de despacho, Secretaría de Obras y Servicios Públicos (Mario Civalleri), Dirección de Obras Sanitarias, otra vez la Secretaría de Obras y Servicios Públicos, Secretaría de Economía y Administración (Matías Civale), Dirección de Compras y Suministros, otra vez la Secretaría de Economía, Dirección de Patrimonio, Secretaría Legal y Técnica (Juan Pablo Frolik), otra vez Obras Públicas, Legal y Técnica, Obras Sanitarias, Panozzi, Frolik, Patrimonio, Legal y Técnica, Secretaría General (Carlos Fernández), HCD, Despacho, Legal y Técnica, Patrimonio, Secretaría General, HCD, Despacho, Legal y Técnica y Patrimonio.
Después de tanto recorrido, ahora el asunto parece un poco mareado por tercera vez en la Dirección de Patrimonio, donde, según se pudo constatar: “Aún no ha sido resuelto”.
Eso sí, los informes de las diversas reparticiones coinciden en la necesidad de establecer un seguro que cubra eventuales accidentes. Patrimonio dice haber intentado que una compañía asegure el surgente, pero que el intento fue en vano.
La fiesta insegura
“El géiser: un chorro de felicidad”, rezaba un slogan correligionario en la previa del 14 de marzo de 2004. Era una fecha especial. Se cortaba la cinta a un período calificado como el “Tandil Soñado”, cargado de flores en los espacios públicos y mucho ornamento estético.
El “chorro” se presentó en sociedad en una tarde dominguera multitudinaria. Junto al acto de reactivación del Hipódromo y el estruendoso descubrimiento de la réplica en el parque lítico La Movediza, fue una de las tres jornadas con mayor convocatoria de público organizada por la gestión radical.
Con bombos y platillos, y los ya clásicos fuegos artificiales, varios miles de ciudadanos se acercaron al Dique para curiosear el chiche nuevo. Inclusive la comuna dejó su sello en una placa: “esto se hizo en la gestión Lunghi”, reza un letrero.
Desde hora temprana el lugar se hizo intransitable y nunca en la historia se vio tanta gente en las inmediaciones del murallón.
No hubo lugar para estacionar, el circuito que bordea el Lago fue una caravana incesante de automóviles y las adyacencias se colmaron de gente. La gente compraba cámaras y largavistas.
Pero la fiesta fue hace tres años y, desde entonces, se brama agua sin contemplar la cobertura de un seguro. El tiempo transcurre y, al final, nadie puede poner las manos en el fuego (o en el agua, mejor dicho) por la suerte del simpático aparato.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario