La Usina pudo haber incursionado en el mercado de las telecomunicaciones y masificar el acceso, pero no lo hizo. En cambio, desde junio último, dispuso aumentar los honorarios de su directorio como si la empresa hubiera avanzado tanto como otras prestadoras eléctricas.
Mansilla: "Todavía estamos a tiempo"
Sin afrontar riesgo empresarial alguno en favor de los contribuyentes, la empresa se consolida como ejemplo del conservadurismo local pese a la declamación del Directorio Público de competir con las multinacionales.
La distribuidora de energía eléctrica había prometido brindar más que kilovatios y avanzar sobre servicios como la telefonía e Internet. Pero luego desistió y en lugar de eso, su conducción se “cotizó” tanto como el directorio de una empresa verdaderamente competitiva.
¿Conclusión? Tandil afronta anualmente un costo de casi 730.000 pesos anuales sólo para pagar los honorarios de los directivos de una empresa que baja los brazos en una pelea por nuevos servicios que ciudades similares ganaron.
“Tandil nunca va a ser más grande que su Usina”. El adagio se repite como Padre Nuestro tanto en las oficinas de 9 de julio al 900 -hoy declaradas en venta- como entre los viejos motores de Nigro y Saenz Peña. La frase nació al calor de una ciudad que, cuentan, resultó una isla de progreso industrial en la Argentina de la década del 50´, cuando no abundaba la energía en el territorio nacional.
Pero el poético enunciado, parece esfumarse desde que la idea de diversificar el objeto social se oscureció, como en un apagón.
Por lo pronto, la empresa sigue con un piloto automático que desde junio pasado implica el pago mensual de 12.000 (10.000 + IVA) pesos a su Presidente y Secretario y 7.000 pesos (6.000 + IVA) a los Directores; y sin asumir riesgos empresariales que conlleven una mejora al usuario.
¿Necesita una gestión capaz, comprometida y audaz ocultarle a la opinión pública un incremento en sus honorarios? En diciembre pasado, el Presidente y el Secretario percibieron cada uno 22.000 pesos de retroactivo y nada de eso trascendió.
La política oficial, evidentemente, es una suerte de continuidad de la de los años ‘90. En ese tiempo la Usina llegó a tener depositados en plazo fijo 5.000.000 de dólares que -por culpa de un patrón gerencial que llega hasta hoy- se convirtieron en 5.000.000 de pesos.
La “audacia” de aquel entonces le hizo perder al pueblo tandilense nada menos que 10.000.000 millones de pesos en virtud de “prodigiosos negocios” como lo fue... la compra de Bonos de la Deuda Externa Argentina. La siesta sigue.
Sueños que se esfumaron
Desde 2003, el directorio público de la distribuidora declamó que había que pensar en proveer a Tandil más que kilovatios.
Al compás de bombos y platillos, fue el otrora presidente Victorino Pugliese el encargado de dar la buena nueva: ni bien asumió al cargo, se comprometió a hacer realidad lo acordado por la asamblea de accionistas. No era otra cosa que proyectar la venta de telefonía a un precio mucho más accesible.
No obstante, la promesa de “trabajar para el usuario, que es el pueblo de Tandil”, no quedaría allí nomás, sino que la fibra óptica y la red de redes era otro de los campos a desandar.
Inclusive hubo conversaciones informales con empresas privadas que se vieron seducidas por el convite, lo cual fue desestimado por las autoridades, ya que era la misma Usina Popular y Municipal la que se mostraba convencida de poder llevar la línea fija a todos los hogares; hasta hubo créditos ofrecidos a la Comuna para tal fin. Mejorar el precio de las llamadas y redundar en una anestesia al bolsillo de la gente se mostraban como un deseo alcanzable.
A nadie le quedaban dudas, como lo supieron alegar públicamente desde la cúpula oficial, de que el proyecto inclusive sería “redituable”. El optimismo llegaba a tal punto que se sostenía que la Usina podría prescindir de caminar junto a cualquier cooperativa para lograr el cometido.
Paralelamente, se dieron los primeros pasos con la tramitación de licencias para operar en el ámbito de las telecomunicaciones.
A pesar de todo, la banda ancha por aire y el sueño de una telefonía local se desenchufaron. Y desde que Pugliese le dejó su cargo al agrimensor Carlos Nicolini, los anuncios otorgaron paso a un silencio de misa. La pregunta es: ¿por qué?
Nuestro distrito, y su gestión pública, dejaron pasar una oportunidad histórica. ¿Cuánto pesaron la flaca capacidad emprendedora, el temor a un gigante como Telefónica de Argentina y la pulsión por privilegiar una inmediata rentabilidad por sobre la necesidad del conjunto de la comunidad? ¿Qué motivos llevaron a que la comisión directiva tirara la toalla en la pulseada contra las multinacionales antes de ingresar al ring, cuando el título en cuestión resultaba nada más ni nada menos que el acceso masivo, barato y eficaz a las tecnologías básicas del mundo que hoy rige?
¿Cuántas bibliotecas, escuelas y organizaciones no gubernamentales de la periferia podrían bucear desde los barrios en la web, en forma gratuita o con una exigua cuota mensual, cómo lo marcan no sólo el derecho a la información, de alto rango constitucional, sino también los lineamientos de una supuesta modernidad que llegó hace rato? ¿Alguien cree que esta función indelegable del Estado la va a cumplir una compañía multinacional, luego de la tormenta privatizadora de los ‘90?
No resulta difícil imaginar el beneficio tangible que traería aparejada una ´tarifa social´ análoga a la boleta de luz pero que permita satisfacer una prestación vinculada a las www; mucho menos descabellado es pensar que otro debería ser el empeño de una conducción empresarial que le cuesta a la sociedad tandilense, nada menos que 730.000 pesos anuales por una tarea que no refleja beneficios que los justifiquen.
Según el registro que maneja la Oficina Municipal de Información al Consumidor, órgano local que defiende los intereses de clientes afectados por el abuso empresarial, la prestataria actual de telefonía básica (también las de celulares) encabeza con comodidad el listado de firmas con más cantidad de denuncias en contra, por motivos entre los que se encuentran las presuntas irregularidades en la facturación, el corte súbito de la línea y la falta de un espacio concreto y personal para reclamar dentro de la misma firma, más efectivo que un improductivo 0-800.
Una empresa local en la ciudad dejaría menos margen para estas inescrupulosas maniobras. Con todo, la Usina se desentendió del emprendimiento para anticipar que se subirá al innegable furor de la construcción.
Asimismo, con la edificación -lenta pero en marcha- de la moderna sede de Villa Italia, la gestión busca “unificar las estructuras” orgánicas de la institución, no sin algunos lujos arquitectónicos como un puente que fusionará a las oficinas de administración y dirección con un museo técnico regional y una amplia cúpula vidriada, más una fuente de aguas danzantes afuera para embellecer el entorno. En este contexto, la distribuidora de energía quiere invertir en el negocio inmobiliario. A nadie escapa que puede traer aparejado fuertes dividendos, pero transformaría el “objeto social” en un “objeto económico” raso.
Tandil no jugó
Tandil bajó los brazos en combates que otros ganaron. No sólo triunfaron en lo económico ciudades con características que podrían definirse como similares a las de este partido. Sino que llegaron a mejorar la competitividad, la prestación de sus contendientes y terminar en algunos casos con la desinversión a la que se acostumbraron las grandes compañías de capital foráneo bajo el paraguas de la pasada década en la Argentina.
Resulta increíble que así haya sucedido -y suceda- mientras otra prestadora como Cretal despliega un eficiente servicio en el área rural y su directorio no percibe sueldo alguno.
Olavarría y Pergamino, localidades con una dimensión poblacional y física muy parecida a la de Tandil, firmaron acuerdos con cooperativas de telefonía que no sólo redundaron en tarifas más baratas sino también en una seria amenaza al monopolio.
En medio de las políticas privatistas de los ‘90, las cooperativas del sector eléctrico tomaron la posta y plantearon la competencia en telefonía básica, nichos de mercado donde claramente mandaban Telefónica y Telecom.
En esta batalla desigual, las cooperativas salieron favorecidas: se quedaron, aproximadamente, con el 50 por ciento del mercado. Sucedió que la gente las eligió porque la gente se cansó de reclamarle a un contestador de voz.
Yendo al plano local, son conocidos los trastornos que en forma crónica deben soportar los usuarios de las afueras del ejido urbano tandilense. Ejemplos de la nula respuesta empresarial telefónica son los vecinos de Cerro Leones y la zona cercana a la Sociedad Rural. Allí los robos de cables y la venta clandestina de cobre se han transformado en un problema que la firma parece achacarle a sus clientes: además de largas semanas sin reestablecer el servicio, la Usina cobra religiosamente los costos de mantenimiento de línea.
Las posibilidades de competencia para las cooperativas comenzaron en mayo del año 2000, cuando el por entonces secretario de comunicaciones de la Nación, Henoch Aguiar (durante el Gobierno de Fernando De La Rúa) llevó adelante la desregulación de la telefonía básica, que eliminó la caución de 400.000 pesos que había impuesto Carlos Menem a través de la resolución 764.
Sin ir más, lejos en Saladillo y San Miguel del Monte, el sistema cooperativo fue mas lejos: allí avanzaron en la diversificación sin alianza empresarial alguna.
Éxito cooperativo
Tres experiencias testigo de cómo es posible jugarle de igual a igual a las multinacionales son la Cooperativa de Electricidad de Santa Rosa (La Pampa), la Cooperativa de Electricidad de Oberá (Misiones) y el Nodo Sud Telecomunicaciones Cooperativo (Córdoba).
En la provincia mediterránea, las ciudades de Bell Ville y Marcos Juárez, lograron captar el 50 y 40 por ciento del mercado telefónico respectivamente. Luego se sumaron otras siete cooperativas más, todas interconectadas a través de 300 kilómetros de fibra óptica. Además, planean abastecer a 21 localidades. En la actualidad, llegan a 120.000 habitantes (poco menos de la población de Tandil) por medio de 12.000 abonados. En dos años, invirtió 15.000.000 pesos y generó 100 puestos de trabajo.
En Nodo Sud entienden que “si no invertimos nosotros, raro es que lo hagan las multinacionales”. José Fava (gerente) sostiene que “por un tema de costos, de competencia y know how decidimos agruparnos, porque juntos obtenemos muchas más ventajas que siendo islas. La gente entendió, por el sustento ideológico que da el cooperativismo, que se podía retener y generar riqueza, promover nuevas fuentes laborales y ampliar la calidad de vida”.
En la capital pampeana, por su parte, el servicio de telefonía básica ya superó los 4.000 asociados, repartidos entre esa ciudad y siete localidades lindantes, también interconectadas.
Esa cooperativa eléctrica es la primer operadora de distribución de electricidad domiciliaria y el segundo operador telefónico, con el 42 por ciento de los abonados. Para sus representantes, “el recurso económico es poder, y las cooperativas son un poder económico y social, porque democratizan los recursos en beneficio del conjunto. Nuestros excedentes sirven para expandir las líneas de cableado, por ejemplo”.
En Oberá, desde el año 2000 a esta parte, ya a más de 4.000 abonados al servicio telefónico, de un universo total compuesto por 7.000. Uno de los puntos que diferenció a esta cooperativa de la competencia fue que bonificó con un 30 por ciento el pago a término, lo que generó un traspaso de 300.000 pesos anuales a los asociados.
Ante la pregnancia que estas experiencias solidarias tuvieron en la gente, Telefónica y Telecom comenzaron a ofrecer planes especiales, regalaban los aparatos y bajaron sus tarifas. A pesar de las tentadoras promociones, la gente se pasó al servicio local.
Las multinacionales cambiaron planteles de personal, extendieron las redes, pusieron fibra óptica y hasta acordaron inversiones en ciudades condenadas al olvido. De todas maneras, no pocos ciudadanos recordaron las deficiencias de su servicio, el desinterés manifiesto en la atención al cliente, el cierre de los centros comerciales, y por sobre todo, el tener que trasladarse -a veces- 100 kilómetros para poder dejarles un simple reclamo.
Pero el poético enunciado, parece esfumarse desde que la idea de diversificar el objeto social se oscureció, como en un apagón.
Por lo pronto, la empresa sigue con un piloto automático que desde junio pasado implica el pago mensual de 12.000 (10.000 + IVA) pesos a su Presidente y Secretario y 7.000 pesos (6.000 + IVA) a los Directores; y sin asumir riesgos empresariales que conlleven una mejora al usuario.
¿Necesita una gestión capaz, comprometida y audaz ocultarle a la opinión pública un incremento en sus honorarios? En diciembre pasado, el Presidente y el Secretario percibieron cada uno 22.000 pesos de retroactivo y nada de eso trascendió.
La política oficial, evidentemente, es una suerte de continuidad de la de los años ‘90. En ese tiempo la Usina llegó a tener depositados en plazo fijo 5.000.000 de dólares que -por culpa de un patrón gerencial que llega hasta hoy- se convirtieron en 5.000.000 de pesos.
La “audacia” de aquel entonces le hizo perder al pueblo tandilense nada menos que 10.000.000 millones de pesos en virtud de “prodigiosos negocios” como lo fue... la compra de Bonos de la Deuda Externa Argentina. La siesta sigue.
Sueños que se esfumaron
Desde 2003, el directorio público de la distribuidora declamó que había que pensar en proveer a Tandil más que kilovatios.
Al compás de bombos y platillos, fue el otrora presidente Victorino Pugliese el encargado de dar la buena nueva: ni bien asumió al cargo, se comprometió a hacer realidad lo acordado por la asamblea de accionistas. No era otra cosa que proyectar la venta de telefonía a un precio mucho más accesible.
No obstante, la promesa de “trabajar para el usuario, que es el pueblo de Tandil”, no quedaría allí nomás, sino que la fibra óptica y la red de redes era otro de los campos a desandar.
Inclusive hubo conversaciones informales con empresas privadas que se vieron seducidas por el convite, lo cual fue desestimado por las autoridades, ya que era la misma Usina Popular y Municipal la que se mostraba convencida de poder llevar la línea fija a todos los hogares; hasta hubo créditos ofrecidos a la Comuna para tal fin. Mejorar el precio de las llamadas y redundar en una anestesia al bolsillo de la gente se mostraban como un deseo alcanzable.
A nadie le quedaban dudas, como lo supieron alegar públicamente desde la cúpula oficial, de que el proyecto inclusive sería “redituable”. El optimismo llegaba a tal punto que se sostenía que la Usina podría prescindir de caminar junto a cualquier cooperativa para lograr el cometido.
Paralelamente, se dieron los primeros pasos con la tramitación de licencias para operar en el ámbito de las telecomunicaciones.
A pesar de todo, la banda ancha por aire y el sueño de una telefonía local se desenchufaron. Y desde que Pugliese le dejó su cargo al agrimensor Carlos Nicolini, los anuncios otorgaron paso a un silencio de misa. La pregunta es: ¿por qué?
Nuestro distrito, y su gestión pública, dejaron pasar una oportunidad histórica. ¿Cuánto pesaron la flaca capacidad emprendedora, el temor a un gigante como Telefónica de Argentina y la pulsión por privilegiar una inmediata rentabilidad por sobre la necesidad del conjunto de la comunidad? ¿Qué motivos llevaron a que la comisión directiva tirara la toalla en la pulseada contra las multinacionales antes de ingresar al ring, cuando el título en cuestión resultaba nada más ni nada menos que el acceso masivo, barato y eficaz a las tecnologías básicas del mundo que hoy rige?
¿Cuántas bibliotecas, escuelas y organizaciones no gubernamentales de la periferia podrían bucear desde los barrios en la web, en forma gratuita o con una exigua cuota mensual, cómo lo marcan no sólo el derecho a la información, de alto rango constitucional, sino también los lineamientos de una supuesta modernidad que llegó hace rato? ¿Alguien cree que esta función indelegable del Estado la va a cumplir una compañía multinacional, luego de la tormenta privatizadora de los ‘90?
No resulta difícil imaginar el beneficio tangible que traería aparejada una ´tarifa social´ análoga a la boleta de luz pero que permita satisfacer una prestación vinculada a las www; mucho menos descabellado es pensar que otro debería ser el empeño de una conducción empresarial que le cuesta a la sociedad tandilense, nada menos que 730.000 pesos anuales por una tarea que no refleja beneficios que los justifiquen.
Según el registro que maneja la Oficina Municipal de Información al Consumidor, órgano local que defiende los intereses de clientes afectados por el abuso empresarial, la prestataria actual de telefonía básica (también las de celulares) encabeza con comodidad el listado de firmas con más cantidad de denuncias en contra, por motivos entre los que se encuentran las presuntas irregularidades en la facturación, el corte súbito de la línea y la falta de un espacio concreto y personal para reclamar dentro de la misma firma, más efectivo que un improductivo 0-800.
Una empresa local en la ciudad dejaría menos margen para estas inescrupulosas maniobras. Con todo, la Usina se desentendió del emprendimiento para anticipar que se subirá al innegable furor de la construcción.
Asimismo, con la edificación -lenta pero en marcha- de la moderna sede de Villa Italia, la gestión busca “unificar las estructuras” orgánicas de la institución, no sin algunos lujos arquitectónicos como un puente que fusionará a las oficinas de administración y dirección con un museo técnico regional y una amplia cúpula vidriada, más una fuente de aguas danzantes afuera para embellecer el entorno. En este contexto, la distribuidora de energía quiere invertir en el negocio inmobiliario. A nadie escapa que puede traer aparejado fuertes dividendos, pero transformaría el “objeto social” en un “objeto económico” raso.
Tandil no jugó
Tandil bajó los brazos en combates que otros ganaron. No sólo triunfaron en lo económico ciudades con características que podrían definirse como similares a las de este partido. Sino que llegaron a mejorar la competitividad, la prestación de sus contendientes y terminar en algunos casos con la desinversión a la que se acostumbraron las grandes compañías de capital foráneo bajo el paraguas de la pasada década en la Argentina.
Resulta increíble que así haya sucedido -y suceda- mientras otra prestadora como Cretal despliega un eficiente servicio en el área rural y su directorio no percibe sueldo alguno.
Olavarría y Pergamino, localidades con una dimensión poblacional y física muy parecida a la de Tandil, firmaron acuerdos con cooperativas de telefonía que no sólo redundaron en tarifas más baratas sino también en una seria amenaza al monopolio.
En medio de las políticas privatistas de los ‘90, las cooperativas del sector eléctrico tomaron la posta y plantearon la competencia en telefonía básica, nichos de mercado donde claramente mandaban Telefónica y Telecom.
En esta batalla desigual, las cooperativas salieron favorecidas: se quedaron, aproximadamente, con el 50 por ciento del mercado. Sucedió que la gente las eligió porque la gente se cansó de reclamarle a un contestador de voz.
Yendo al plano local, son conocidos los trastornos que en forma crónica deben soportar los usuarios de las afueras del ejido urbano tandilense. Ejemplos de la nula respuesta empresarial telefónica son los vecinos de Cerro Leones y la zona cercana a la Sociedad Rural. Allí los robos de cables y la venta clandestina de cobre se han transformado en un problema que la firma parece achacarle a sus clientes: además de largas semanas sin reestablecer el servicio, la Usina cobra religiosamente los costos de mantenimiento de línea.
Las posibilidades de competencia para las cooperativas comenzaron en mayo del año 2000, cuando el por entonces secretario de comunicaciones de la Nación, Henoch Aguiar (durante el Gobierno de Fernando De La Rúa) llevó adelante la desregulación de la telefonía básica, que eliminó la caución de 400.000 pesos que había impuesto Carlos Menem a través de la resolución 764.
Sin ir más, lejos en Saladillo y San Miguel del Monte, el sistema cooperativo fue mas lejos: allí avanzaron en la diversificación sin alianza empresarial alguna.
Éxito cooperativo
Tres experiencias testigo de cómo es posible jugarle de igual a igual a las multinacionales son la Cooperativa de Electricidad de Santa Rosa (La Pampa), la Cooperativa de Electricidad de Oberá (Misiones) y el Nodo Sud Telecomunicaciones Cooperativo (Córdoba).
En la provincia mediterránea, las ciudades de Bell Ville y Marcos Juárez, lograron captar el 50 y 40 por ciento del mercado telefónico respectivamente. Luego se sumaron otras siete cooperativas más, todas interconectadas a través de 300 kilómetros de fibra óptica. Además, planean abastecer a 21 localidades. En la actualidad, llegan a 120.000 habitantes (poco menos de la población de Tandil) por medio de 12.000 abonados. En dos años, invirtió 15.000.000 pesos y generó 100 puestos de trabajo.
En Nodo Sud entienden que “si no invertimos nosotros, raro es que lo hagan las multinacionales”. José Fava (gerente) sostiene que “por un tema de costos, de competencia y know how decidimos agruparnos, porque juntos obtenemos muchas más ventajas que siendo islas. La gente entendió, por el sustento ideológico que da el cooperativismo, que se podía retener y generar riqueza, promover nuevas fuentes laborales y ampliar la calidad de vida”.
En la capital pampeana, por su parte, el servicio de telefonía básica ya superó los 4.000 asociados, repartidos entre esa ciudad y siete localidades lindantes, también interconectadas.
Esa cooperativa eléctrica es la primer operadora de distribución de electricidad domiciliaria y el segundo operador telefónico, con el 42 por ciento de los abonados. Para sus representantes, “el recurso económico es poder, y las cooperativas son un poder económico y social, porque democratizan los recursos en beneficio del conjunto. Nuestros excedentes sirven para expandir las líneas de cableado, por ejemplo”.
En Oberá, desde el año 2000 a esta parte, ya a más de 4.000 abonados al servicio telefónico, de un universo total compuesto por 7.000. Uno de los puntos que diferenció a esta cooperativa de la competencia fue que bonificó con un 30 por ciento el pago a término, lo que generó un traspaso de 300.000 pesos anuales a los asociados.
Ante la pregnancia que estas experiencias solidarias tuvieron en la gente, Telefónica y Telecom comenzaron a ofrecer planes especiales, regalaban los aparatos y bajaron sus tarifas. A pesar de las tentadoras promociones, la gente se pasó al servicio local.
Las multinacionales cambiaron planteles de personal, extendieron las redes, pusieron fibra óptica y hasta acordaron inversiones en ciudades condenadas al olvido. De todas maneras, no pocos ciudadanos recordaron las deficiencias de su servicio, el desinterés manifiesto en la atención al cliente, el cierre de los centros comerciales, y por sobre todo, el tener que trasladarse -a veces- 100 kilómetros para poder dejarles un simple reclamo.
Mansilla: "Todavía estamos a tiempo"
Desde su visión como edil, pero más aún por su larga trayectoria en el movimiento cooperativista nacional, el concejal del Frente para la Victoria Carlos Mansilla dice que es una “vergüenza” lo que sucedió con la Usina y la apatía de la conducción de esta empresa frente a la posibilidad de extenderse hacia en nuevas áreas.
“Un montón de cooperativas incursionaron en nuevos servicios y les va muy bien”, afirma el vicepresidente del cuerpo deliberativo. “La tarifa social, que se aplica en nuestra ciudad, o mejor dicho el concepto de ella, debe incluir, por ende Internet, que en definitiva es un servicio público. La Usina bien podría subsidiar a escuelas, bibliotecas y otras entidades para que lo reciban gratis.”
-¿Estamos a tiempo de dar un nuevo servicio?
-Siempre se está a tiempo. Pero claro, hay un ejemplo patético: hoy las nuevas tecnologías hacen que un aspecto importante, una ventaja que tenía la Usina -los postes para poner las líneas- pierdan utilidad, porque ya es posible hacerlo en forma inalámbrica. Sin embargo sigue teniendo lo mejor que puede tener: la fidelidad de los vecinos hacia la empresa y el prestigio.
-¿No tuvo forma alguna de hacérselo entender a las autoridades?
-Llevo años diciéndoselo. La primera nota que me hicieron en los diarios fue hace mucho tiempo, en “La Voz” y personalmente, antes de ser candidato a nada, ya le transmitía al gobierno del doctor Lunghi una propuesta al respecto. Era el momento. Y no se trata solamente de una opinión personal, fíjese que el presidente de OCEBA, el ingeniero Jorge San Miguel -verdadero experto en la materia- planteó todo esto y pese a que detalló las distintas formas de poder llevar a cabo algo superador en la Usina, jamás lo escucharon.
-¿Ahora ya no?
-Ahora también es el momento. Siempre es el momento. Todo lo que se haga con ganas e inteligencia se puede hacer. Hoy, el movimiento cooperativo está discutiendo la posibilidad de dar el servicio de telefonía celular. Es el nuevo desafío: el modelo telefónico. La Usina lo puede hacer tranquilamente, porque justamente la Secretaría de Comunicaciones de la Nación está otorgando licencias a las cooperativas. El negocio de la telefonía fija de por sí ya no es rentable, o sea que debe darse junto a la telefonía celular e incluso a la transmisión de datos, la banda ancha y llegado el caso, al canal de cable. En la Argentina en este momento hay más de 50 localidades donde el servicio de telefonía está siendo dado por cooperativas eléctricas.
-Tal vez están mejor posicionadas que la Usina.
-No. Nuestra Usina, es de las mejores posicionadas en el país. En Argentina hay 300 cooperativas telefónicas que brindan servicios y a su vez hay 50 cooperativas eléctricas que ahora también dan telefonía, de modo que existen 350 localidades que acceden al servicio de telefonía a través de cooperativas.Inclusive estoy hablando de muchas ciudades más chicas que Tandil que poseen un servicio sustentable y de primera categoría. Si la experiencia de más de 300 ciudades no alcanza…
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